Little Words

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sábado, 1 de mayo de 2010

Ganadores de Abril 2010

Frase
Cindel23
El destino lo forjamos con nuestros sueños .

Hikari
El amor empieza con un juego de seducción, comienza con una mirada, nace con las palabras, se saborea con un beso y muere con un desencanto

Poesía
AngelitoAzul

Mi mundo Cae

Todo siempre se derrumba
Los castillos se caen
Los sueños se rompen.

Siento que me ahogo,
Siento que caigo,
Tiemblo por dentro,
Lloro en silencio.

Me ahogo en el llanto
Que siempre guardo.
No te lo digo,
Es mi secreto más guardado.

Mi mundo se está cayendo.
Apagando mis sonrisas
Destruyendo mis sueños de niña
Hundiéndome en la desolación.

La escritura es mi salvación,
La cuerda que me sostiene
En el abismo de la desolación.


Relato
whisper

ZOO
En un momento, todas las puertas de aquél endiablado zoológico fueron abiertas de par en par. Todas excepto una: la puerta de salida. Segundos más tardes del chirriar metálico de las puertas, la joven se vio rodeada por decenas, centenas de animales que la asustaban.

Lo primero que escuchó, fueron las hienas. Hábiles, pequeñas, se colaban por entre las patas de los animales más grandes, se escurrían entre los demás siendo las primeras. Y reían. Reían como locas sin motivo alguno. Reían para parecer felices, para parecer que les daba todo igual, para sentirse por encima de todos los demás. Pero, en el fondo, no eran más que criaturas carroñeras incapaces de gruñir o pelear.

En un rincón, rezagados, se quedaron los elefantes. Tenían bastantes pocos, pero se las habían apañado para permanecer juntos. Se sentían demasiado importantes e inteligentes como para mezclarse con los demás animales. No, a ellos les gustaba estar solos, en compañía de sus similares, y poder discutir sobre quién tenía la cabeza más grande o la mayor masa cerebral. A pesar de sus colosales tamaños, jamás competían por ver quienes eran más fuertes, ni quienes valían más que otros. Por que sabían que, cada uno de ellos, valía muchísimo más que todos los animales juntos.

Pero sin duda, los que más le aterraban, eran los gorilas. Los simios en general. Querían seguirle el ritmo a las hienas, pero siempre se entretenían peleándose entre ellos. Gritaban, pegaban y golpeaban a cualquiera que se les pusiera en medio, ya fuera simio, elefante o ardilla. Lo que más le gustaba era, una vez libres, pelearse entre ellos. Para demostrar su virilidad, para defender a sus hembras o, simplemente, por atormentar a los más débiles. Pero estaban tan cegados en su egocentrismo que no eran capaces de ver lo que ocurría a su alrededor.

De manera más tranquila, salían las jirafas. Desde sus altas cabezas, oteaban todo el lugar, observando dónde estaba cada animal, y qué hacían. Los vigilaban, creyéndose mejores que todos ellos, por que eran las más altas y nadie las podría ganar en eso. Por que, quisieran o no, los demás siempre terminarían recurriendo a su largo cuello, su mejor cualidad, para llegar allá donde nadie más llegaba. Al ser tan y tan altas, las jirafas eran incapaces de escuchar los murmullos que nacían a sus pies y se perdían a medio cuello. Tan solo podían oír e interpretar, a su gusto, aquellas palabras. Desde su mundo de alturas, eran incapaces de escuchar a los demás animales, por más que estos les gritasen.

Pero en aquél lugar había muchos otros animales. Felinos, silenciosos y elegantes felinos, que pasaban por su lado como quien camina solo por la calle. Eran invisibles, y el mundo era invisible para ellos. Eran admirados, odiados y aborrecidos por todos los que intentaban llegar a ellos. Por que ser un felino es ser alguien. Es tener garras, y pelaje, y unos fuertes dientes. Era un gran club selecto al que los ornitorrincos jamás podrían acceder.

Pobres e incomprendidos ornitorrincos. Eran criaturas extrañas, diferentes. Eran castores, pero eran patos. Gallinas y lobos. Podían nadar, pero también correr. Y corrían, corrían mucho, por que los demás se divertían a su costa. Por que eran diferentes, y lo sabían. Pero tan centrados en sus diferencias estaban, que jamás se les ocurrió luchar por sus derechos.

Y los animales seguían ahí, rodeándola, asustándola. Se sentía encerrada en una jaula, cuando todos los animales habían sido liberados de esta. El desfile de criaturas proseguía, a su alrededor. Rinocerontes, hipopótamos, cocodrilos, flamencos y suricatos. Los koalas y los canguros se alejaron, por si acaso había pelea. Pero no hubo tiempo. Por que cuando su temor había crecido hasta hacerla temblar de los pies a la cabeza, la campana sonó y todos los animales volvieron a sus aulas. Perdón, quise decir jaulas.

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